¿Cuál es el origen de la
desigualdad entre los hombres, y si es respaldada por la ley natural? es
el título de un texto escrito por Jean Jacques Rousseau en 1754. Las
reflexiones sobre la desigualdad son muy antiguas, pero por remotas que sean, no
han perdido vigencia y notoriedad en el debate nacional.
El eje principal del programa de
gobierno de Michelle Bachelet fue combatir la desigualdad. “Chile está cruzado por numerosas desigualdades
que son una traba para que las personas crezcan y se desarrollen, y también
para que el país aproveche todo su potencial y talento.” La Nueva Mayoría
abrazó un antiguo paradigma que, creo, ha comprendido mal. Además, el debate
público es precario. Razones:
La desigualdad está ligada a la naturaleza humana. Tenemos diferencias
físicas, de destrezas, de fuerza corporal, distintas aptitudes para el arte, para
el deporte, los estudios. Y también diferencias sociales, hay contraste entre
alguien que nace a una familia con recursos económicos y culturales versus
alguien que no. Si somos distintos uno a otros y la desigualdad existe desde
épocas remotas, ¿hay que resignarse?
No, pero el debate hay que situarlo
desde otra perspectiva porque está muy incompleto.
Es incorrecto que exista una dicotomía absoluta e insalvable entre
igualdad y libertad. Fue el mismo filósofo genovés quien situó el origen de
la desigualdad al salir el hombre del estado salvaje. Antes, cuando estaba viviendo
en bosques o praderas, dentro de un pequeño número de familias (algo más
pequeño que la aldea de los Hobbit que describe Tolkien) no había desigualdad.
Ella nace desde que comenzó a comunicase con otros, cuando decidió organizarse,
trabajar y delegar poder en otros para hacer más efectiva la sobrevivencia. Ahí
surgieron las rivalidades y la ambición: “desde
que se advirtió que era útil a uno sólo poseer provisiones por dos, la igualdad
desapareció, se introdujo la propiedad, el trabajo fue necesario y los bosques
inmensos se trocaron en rientes campiñas”. Adjudica a la propiedad la “la pasión por elevar la fortuna menos por
una necesidad que por elevarse encima de los demás”. La concibe como el
origen de la desigualdad. Sin embargo, Hume justifica la propiedad privada. Spinoza
sitúa el problema de las rivalidades de los hombres en la falta de razón y
libertad.
Y fue el mismo Rousseau quien, -tratando
de exorcizar la propiedad privada-, advierte
que nuestra diferencia con otras especies está en la libertad de elección,
en la libertad moral de preferir entre lo bueno de lo malo. Luego, ¿hay que
volver al estado salvaje, al hombre errante de los bosques? La experiencia del Partido
Comunista de Kampuchea en Camboya es aterradora: un genocidio de más de 2
millones de personas entre 1975-1979. Intentaron eliminar las ciudades, la
cultura, la moneda, el mercado, las escuelas, la literatura, el arte y las religiones,
para llevar a los hombres a su estado primigenio.
Estoy convencido que no existe una oposición irreconciliable entre
libertad e igualdad, que es un debate de etiquetas, tosco y del pasado. La
clave está en el “sujeto con vocación de
libertad que puede darse a sí mismo su propia orientación responsable”
escribe Eugenio Trías. Y pueden coexistir el deseo de libertad y justicia en
los ciudadanos, y el asunto está en combatir los excesos. Hay que reprobar “no la libertad sino las formas de servidumbre
y cautiverio…de humillación y vejación”. Hay que rechazar “no la justicia, sino los extremos de
desequilibrio en la distribución de la riqueza, poder u honores que, en forma
de sumas desigualdades, constituyen el terreno abonado para las más flagrantes
injusticias (Trías)”.
Luego, estas virtudes son como
dos paralelas que deben ser fortalecidas para evitar las desproporciones
descritas (privilegios, cautiverio, falta de libertad de expresión, etc.). Son
dos ejes que recorren el transcurso de la historia para señalar, advertir y
combatir las violaciones a los derechos de las personas. Pero ambas con el
mismo peso, y si se sacrifica uno por otra, surgen las calamidades.
La Nueva Mayoría abrazó con
dientes y uñas a la balsa de la igualdad por sobre la promoción de la libertad,
particularmente de emprendimiento. Lo
hizo como quien, arrojado a una tormenta, se ata a un madero para llegar a la
orilla del poder. Eso está generando, políticas públicas precipitadas. No hay
que gravar cada vez más a los que más tienen para darle a los más necesitados,
como si fuera la única solución. Hay que fortalecer a las personas para que se
desarrollen y potencien, y un Estado con muchos impuestos y cargas que podría
terminar inhibiendo la necesaria libertad económica. Hay que generar mejores
condiciones para el desarrollo humano donde existan más posibilidades y libertad,
evitando excesos.