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jueves, septiembre 24, 2015

El Origen de la Desigualdad en el debate tosco del ágora local

¿Cuál es el origen de la desigualdad entre los hombres, y si es respaldada por la ley natural? es el título de un texto escrito por Jean Jacques Rousseau en 1754. Las reflexiones sobre la desigualdad son muy antiguas, pero por remotas que sean, no han perdido vigencia y notoriedad en el debate nacional.


El eje principal del programa de gobierno de Michelle Bachelet fue combatir la desigualdad. “Chile está cruzado por numerosas desigualdades que son una traba para que las personas crezcan y se desarrollen, y también para que el país aproveche todo su potencial y talento.” La Nueva Mayoría abrazó un antiguo paradigma que, creo, ha comprendido mal. Además, el debate público es precario. Razones:
La desigualdad está ligada a la naturaleza humana. Tenemos diferencias físicas, de destrezas, de fuerza corporal, distintas aptitudes para el arte, para el deporte, los estudios. Y también diferencias sociales, hay contraste entre alguien que nace a una familia con recursos económicos y culturales versus alguien que no. Si somos distintos uno a otros y la desigualdad existe desde épocas remotas, ¿hay que resignarse?
No, pero el debate hay que situarlo desde otra perspectiva porque está muy incompleto. 

Es incorrecto que exista una dicotomía absoluta e insalvable entre igualdad y libertad. Fue el mismo filósofo genovés quien situó el origen de la desigualdad al salir el hombre del estado salvaje. Antes, cuando estaba viviendo en bosques o praderas, dentro de un pequeño número de familias (algo más pequeño que la aldea de los Hobbit que describe Tolkien) no había desigualdad. Ella nace desde que comenzó a comunicase con otros, cuando decidió organizarse, trabajar y delegar poder en otros para hacer más efectiva la sobrevivencia. Ahí surgieron las rivalidades y la ambición: “desde que se advirtió que era útil a uno sólo poseer provisiones por dos, la igualdad desapareció, se introdujo la propiedad, el trabajo fue necesario y los bosques inmensos se trocaron en rientes campiñas”. Adjudica a la propiedad la “la pasión por elevar la fortuna menos por una necesidad que por elevarse encima de los demás”. La concibe como el origen de la desigualdad. Sin embargo, Hume justifica la propiedad privada. Spinoza sitúa el problema de las rivalidades de los hombres en la falta de razón y libertad.

Y fue el mismo Rousseau quien, -tratando de exorcizar la propiedad privada-, advierte que nuestra diferencia con otras especies está en la libertad de elección, en la libertad moral de preferir entre lo bueno de lo malo. Luego, ¿hay que volver al estado salvaje, al hombre errante de los bosques? La experiencia del Partido Comunista de Kampuchea en Camboya es aterradora: un genocidio de más de 2 millones de personas entre 1975-1979. Intentaron eliminar las ciudades, la cultura, la moneda, el mercado, las escuelas, la literatura, el arte y las religiones, para llevar a los hombres a su estado primigenio.

Estoy convencido que no existe una oposición irreconciliable entre libertad e igualdad, que es un debate de etiquetas, tosco y del pasado. La clave está en el “sujeto con vocación de libertad que puede darse a sí mismo su propia orientación responsable” escribe Eugenio Trías. Y pueden coexistir el deseo de libertad y justicia en los ciudadanos, y el asunto está en combatir los excesos. Hay que reprobar “no la libertad sino las formas de servidumbre y cautiverio…de humillación y vejación”. Hay que rechazar “no la justicia, sino los extremos de desequilibrio en la distribución de la riqueza, poder u honores que, en forma de sumas desigualdades, constituyen el terreno abonado para las más flagrantes injusticias (Trías)”.

Luego, estas virtudes son como dos paralelas que deben ser fortalecidas para evitar las desproporciones descritas (privilegios, cautiverio, falta de libertad de expresión, etc.). Son dos ejes que recorren el transcurso de la historia para señalar, advertir y combatir las violaciones a los derechos de las personas. Pero ambas con el mismo peso, y si se sacrifica uno por otra, surgen las calamidades.
La Nueva Mayoría abrazó con dientes y uñas a la balsa de la igualdad por sobre la promoción de la libertad, particularmente de emprendimiento.  Lo hizo como quien, arrojado a una tormenta, se ata a un madero para llegar a la orilla del poder. Eso está generando, políticas públicas precipitadas. No hay que gravar cada vez más a los que más tienen para darle a los más necesitados, como si fuera la única solución. Hay que fortalecer a las personas para que se desarrollen y potencien, y un Estado con muchos impuestos y cargas que podría terminar inhibiendo la necesaria libertad económica. Hay que generar mejores condiciones para el desarrollo humano donde existan más posibilidades y libertad, evitando excesos.


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